La deconstrucción de palafitos es un traslapo acelerado de tiempo radial. Una contraseña desde el lugar, como un faro a la nebulosa espacio temporal que recoge el fotograma del momento en la retina, la sutileza de la luz, los micropaisajes que flotan apaisados de palo y sentido de madera. Los caseríos desquiciados aceptan el color a regañadientes, como el zinc y la apretura de espacio se miran a sí mismos anclados en el mar del citoplasma y la intuición, y se conectan de cielo y capturadores de nubes.

Certero ensayo de la forma, las ventanas licenciadas son ojos de vivienda donde adelantados vecinos se intuyen. Paredes deconstruye y deconstruye que algo quedará. Cómo una tejuela o la escama, la memoria se desgrana al fin y va estando exiguo: el alerce, la marea que lame los cimientos, un almud abandonado en la arena y estos levantamientos que son de cierto y de arquitecto también.